El Rebelde y el Hada



Prologo


¿Crees en las hadas? Estas en lo cierto en no creer, pero te equivocas en no saber nuestra existencia.


Mi nombre Shaylee* he vivido una vida tranquila junto con las criaturas del bosque, se preguntarán el porqué de ello, bueno soy un hada.


Quizás no creas en nosotras o en alguna criatura mística pero en realidad existimos. No se nos permite tener contacto con los humanos para que siga el equilibrio que existe entre nuestros mundos.


Existen diferentes tipos de hadas: las de tipo agua, estas habitan en los ríos, cascadas, pozos y fuentes. Cuyo poder radica en este elemento. Las de Tipo Fuego, pueden llegar a ser un poco temperamentales. Las de tipo aire, habitan en los bosques y pueden manejar los vientos a su voluntad. Y finalmente las hadas de la tierra en la cual yo me incluyo, habitamos en los bosques, especialmente los arboles. Mi trabajo es velar por las flores y árboles.


Nosotras las hadas además de cantar y bailar ayudamos a los hombres en el campo, en la recolecta, algunas son guardianas de los bosques, otras de los ríos, protegen a los animales y plantas, otras acompañan a los ancianitos y solitarios, ayudan en las labores del hogar, aunque eso sí, y no podemos negarlo, otras dedican su tiempo a mirarse en el espejo mientras peinan su larga cabellera.


Nos gustan mucho las frutas y mantener las plantas productivas es bueno para todos y más para los animalitos que se alimentan de ellas.


Mi trabajo es velar por las flores y árboles y cuidar de los animalitos del bosque.


Los bosques escoceses son tan tranquilos y dado mi trabajo no he tenido el honor de ver humanos cerca de aquí.


Pero un acontecimiento no planeado me iba a dar la oportunidad de conocer a uno y de una manera que nunca imaginé ni tampoco hubiera sabido que me enamoraría de un mortal.






Continuará…


*Shaylee – Princesa de Hadas de campo


Capitulo 1




Un duque






El joven duque estaba recostado bajo las sombras de un enorme árbol, mientras leía “Romeo y Julieta”, mientras recitaba en voz baja los versos de los enamorados.


El joven de castaña melena y ojos del mar cerró el libro mientras miraba el hermoso paisaje de las praderas escocesas, se sentía tranquilo estar en este lugar rodeado de la naturaleza y alejado del ruido de la ciudad. Su nombre Terry Grandchester.


El pasaba todos los años sus vacaciones de verano en Escocia, alejado de la vida en Londres y especialmente alejado del ambiente de su familia, si se pudiese llamar familia a una madrastra que lo odiaba por ser hijo según ella “bastardo” de un amor que tuvo su padre con una americana, unos hermanastros que lo miraban con repulsión y un padre indiferente. Él prefería la soledad, la tranquilidad y del cariño de la ama de llaves, eso reemplazaba un poco la falta de cariño de una madre.


Su madre, pensó Terry, mientras sostenía con fuerzas el libro; un obsequio de su madre. El único regalo que pudo tener de su madre, cuyos cariños fueron arrebatados por su padre a la tierna edad de 5 años. No sentiría la distancia si no fuera que su padre no le brindaba una palabra de ánimo, una mirada o si al menos lo defendiera de su madrastra.


Terry comprendió que la única forma que su padre lo tomara en cuenta era a través de las travesuras cuando era niño, cuando lo regañaba; su mirada se dirigía a él aunque en esos momentos sus ojos mostrarán enfado hacia el pequeño Terry. Ya de adolescente, las escuelas ya no querían recibirlo por su conducta, El colegio San Pablo todavía lo aceptaba gracias a las donaciones de su padre, Terry podía hacer lo que quisiera no le importaba lo que pensaban los demás, ya que nadie mostraba un poco de simpatía hacia él.


Tan solo en esos momentos en Escocia junto con la servidumbre podía sentir un poco del calor del hogar. Por eso esperaba con ansias las benditas vacaciones de verano.


En una tierra llena de leyendas y mitos, cuando era niño prestaba atención a las leyendas que le contaba la cocinera sobre hadas, duendes que habitaban los bosques que ayudaban a los aldeanos con las cosechas.


Por esa razón le gustaba ir al jardín y acompañar al jardinero por si veía algún duende. Incluso llegó a creer que vio un hada en su habitación una vez. Ese día el pequeño Terry había ayudado a una ardilla herida y junto con la ama de llaves curaron al animalito, esa noche la ardilla dormía en la habitación del pequeño Terry y mientras dormía algo le hizo despertar un vio un pequeña luz, creyó que era una luciérnaga, pero era más grande para ser una luciérnaga. La vio dar vueltas por la habitación e ir con la ardilla, tenía tanto sueño que lo último que vio fue a la luz ir hacía él.


A la mañana siguiente la ardilla se había ido y en la mesita de noche encontró a su soldadito que había perdido hacía varios meses atrás y además su favorito.


Salí corriendo y fue a la cocina y le dijo a la cocinera lo que pasó y ella le dijo que fue un regalo de las hadas por ser un alma caritativa por ayudar a la ardilla.






Sonrió con ese pensamiento Terry, hacía tiempo de eso que casi no recordaba ese momento, ya que fueron tan pocos los momentos felices en su vida.


El cielo estaba despejado con algunas nubes, no creía que llovería. Se dirigió a las caballerizas, saldría a dar una vuelta con Teodora su yegua.


Al salir de las caballerizas no pensó en los acontecimientos que lo llevarían a reencontrarse con el pequeño ser que creyó haber olvidado que junto a su niñez prefirió dejar en el olvido.




Capitulo 2




El encuentro



El día era esplendido para salir a pasear, justo después del almuerzo, Terry ensilló a Teodora para dar unas vueltas.


Al principio paseo por los alrededores, después de un rato se cansó.


- Qué te parece si hacemos algo más interesante, vamos más allá de las propiedades del duque. Que dices Teodora. – mientras acariciaba su lomo.


Y como si la yegua lo entendiera empezó a galopar. Con su jinete feliz de poder explorar más allá de lo que siempre le habían permitido cuando era niño.


El camino era tranquilo, el paisaje cambió un poco. Había más vegetación, los arboles cada vez se encontraban más próximos. Al final, Terry se tuvo que bajar del caballo para poder caminar tranquilo. Teodora estaba detrás de él ya que Terry llevaba las riendas para que no escapara.


Llegaron a una pequeña laguna escondida entre los árboles, amarró las riendas en una rama. Teodora empezó a pastar y tomar agua de las cristalinas aguas del lago. Terry se sentó en la orilla del lago, lanzaba pequeñas rocas al lago mientras miraba como hacían ondas cuando caían al agua. Pensó con pesar no haber traído su libro.


- Este lugar es tan tranquilo. – suspiró mientras se echaba de espaldas para tomar una siesta.


No se dio cuenta del paso del tiempo y siente como si le picaran la nariz, cuando abrió los ojos.


- Solo es una hoja – mientras sostenía a la causante de su despertar, Sonriendo.


El cielo estaba nublado y al parecer estaba anocheciendo. Se estiró para despertar del todo.


Había poca visibilidad, así que Terry rápidamente se levantó y fue donde su leal amiga, desamarró las riendas y se subió a Teodora.


No pudo dar muchos pasos por la cercanía de los árboles, se bajó y dirigió a Teodora lentamente hacia la salida del bosque, mientras caminaban a través de la espesura del bosque empezó a llover.


- Rayos – maldijo Terry. – a este paso no llegaremos.


Estaba empapado, malhumorado y el camino no parecía tener fin. Llegó a un claro, parecía ser la mitad del bosque y había suficiente espacio para que Teodora pudiera moverse, aprovechando el espacio Terry se subió a su yegua y se dispuso a salir del lugar, justo en ese momento se iluminó el lugar. Un rayo había caído cerca y el caballo se asustó y salió corriendo haciendo que Terry se cayera al suelo, por suerte la tierra estaba húmeda y no le ocurrió nada solo que le hizo perder por un momento la respiración.


Tras varios minutos en el suelo que creyó una eternidad, se levantó con dificultad y se sentó a recuperarse. Le dolía todo el cuerpo, gruño malhumorado. Teodora no había ido muy lejos estaba unos metros más allá esperándolo.


Cuando se disponía a seguir a su yegua un pequeño resplandor le llamó la atención.


- De donde viene esa luz – se preguntó en voz baja. Con dificultad se levanto del suelo.


Por momentos el pequeño faro como pensó Terry que era desaparecía y volvía a verlo. Tal vez habían ido a buscarlo.


Caminó abriéndose paso entre los árboles con la esperanza de encontrarse con alguien, la pequeña luz iba disminuyendo en intensidad. Llegó un momento que creyó que lo estaba imaginando, cuando se iba a dar la vuelta para regresar a casa junto con su fiel amiga, ya se estaba haciendo muy tarde y los sirvientes estarían preocupados por él.






La luz se hizo presente a unos pasos de él.


La luz provenía del suelo, debajo de unas ramas. Terry se agachó para ver con más claridad, justo en ese momento otro rayo iluminó la noche.


y Terry se sorprendió de lo que vio.



Capitulo 3




El día era perfecto, el sol brillaba, las hojas verdes y brillantes, las flores y su exquisita fragancia inundaba las praderas con su delicioso aroma.


Los animales disfrutando, otros trabajando para reunir comida para el invierno. Sus crías disfrutando del calor del astro sol, la cristalina laguna albergando a las pequeñas criaturas acuáticas.


Las aves volando y dando de alimentar a sus pichones, era como siempre un perfecto día para la naturaleza.


Las hadas, duendes, y demás criaturas; ayudaban a quienes lo necesitaran, las hadas del viento arrullaban las hojas de los árboles, las hadas del agua llevaban gotas de agua para refrescar a sus hojas y las hadas de la tierra ayudaban a las pequeños animales.


Shaylee, descansaba en una rama, mirando los rayos del soy traspasaban a través de las hojas. Estaba un poco cansada, desde muy temprano había trabajado, ayudando como buena hada de la tierra, ayudando a los animales.


A pesar del sol, y el buen clima, se sentía en el aire un poco de humedad, eso significaba que el perfecto día iba a cambiar durante la tarde. Por esa razón estaban trabajando más de prisa para que la lluvia no las tome desprevenidas.


Su tiempo de descanso terminó, se estiró alzando los brazos y dando un bostezo se levantó, para reanudar sus tareas.






________________________________________






La mañana pasó lentamente dando paso a la tarde. Después de un pequeño refrigerio, Shaylee estaba dando por terminada su tarea del día, solamente faltaba ayudar a los pequeños a resguardarse ante la inminente lluvia que caería dentro de poco.


Con la ayuda de más hadas la tarea no resultó tan duro, poco a poco el cielo se iba cubriendo con las nubes.


Shaylee volaba por los alrededores para comprobar que todos estuvieran en lugares seguros, en eso se acerca a la laguna que se encontraba en un claro del bosque y ve a un caballo ahí, estaba pastando tranquilo, estaba sujeto a una rama.


Se acerca hasta el caballo.


- Hola – le dice a la yegua mientras la toca con sus pequeñas manos. – que haces tan lejos de casa, y sola.


El caballo moviendo su hocico señala una figura recostada en el césped.


- Ah – dice Sheylaa – ese es tu amo. Mientras se acerca hasta la figura de un joven, nunca había visto a un humano.


Revoloteaba a su alrededor para ver todo y no perderse ningún detalle del joven humano.


- Es muy guapo – le dice a la yegua. Ésta como respuesta relincha.


- Es hora que despierte si no quiere mojarse con la lluvia – dice Sheylaa.


Se acerca hasta el rostro del joven y le cachetadas.


- Despierta – dice Sheylaa. – de seguro no le hago nada. Suspira.


Agarra una hoja y la frota con su nariz, al parecer tiene mejor suerte. Los parpados del joven se mueven y Sheylaa hace una rápida retirada y se esconde en una rama del árbol que le daba sombra, justo cuando el joven abre los ojos. Pero no puede evitar ver sus ojos, de un azul profundo.


- Wow – susurra sonrojada – que hermosos ojos, no creo haber visto nunca ojos tan hermosos y soñadores.


Era una suerte que no la haya visto, lo ve mientras se estira y observa el cielo.


- Adios. – susurra la hada – hora de irme. Se despide el hada y se va dejando al joven en el claro.


Había poca visibilidad para volar, en ese momento empezó a caer las gotas de lluvia, todavía faltaba para llegar a su hogar.


- Debo buscar un lugar para protegerme – pensó Sheylaa.


Era una suerte que las hadas brillaran, así podía ver mejor en la oscuridad. Debia ser mas cuidadosa volando si no quería que las gotas le hagan daño.


En eso escucha un pequeño lamento y se dirigió rápidamente sin importar nada hacia el llamado.


Una conejo estaba atrapado entre unas ramas, intentando huir el conejo se enredaba mas.


- Espera un momento, ahora te ayudo – dijo Sheylaa al conejito.


Sostuvo la rama que la atrapaba y lo alzó, sin éxito. “una vez mas” pensó.


Con todas sus fuerzas alzó la rama y volando un poco, levanto la rama.


- Date prisa – dijo sudando la hada al conejo.


En ese preciso momento un rayo cayó cerca y el conejo asustado salió disparando del lugar no sin antes golpear al hada y ésta caer al suelo mientras la rama se le venía encima.


Lo único que pudo hacer fue proteger su rostro. Al caer le dolío mucho. Trató de agitar sus alas para salir, pero dolía.


- Debo haberme lastimado las alas. – se dijo adolorida.


“que hago”, todo el cuerpo dolía, se había golpeado la cabeza, cerraba los ojos por momentos.


No podía darse por vencida, si no algún animal se la comería. Pero ya no podía permanecer consciente mucho tiempo.


Un nuevo rayo iluminó el cielo, mientras que lo ultimo que veía era una enorme sombra encima de ella.




Capitulo 4




Existen las hadas



Terry daba vueltas por su habitación, en un rincón de la habitación un pequeño bulto en una canasta, cubierto por sus ropas, No sabía que pensar.


- Debe ser un sueño – se dijo Terry – debo estar todavía cerca del lago.


Mientras daba vuelas, recordó el momento en tuvo su encuentro con lo que creía era puros cuentos.


Flashback


En ese momento un rayo iluminó la noche, debajo de las ramas había un pequeño ser alado. Con la oscuridad no podía ver bien a pesar de que el ser brillaba. Tal parecía que estaba herida e inconsciente ya que no se movía. No tuvo tiempo para pensar otro rayo iluminó el cielo, debía darse prisa y llegar a casa, por lo que con cuidado tomó al pequeño ser entre sus manos y lo cobijó en su pecho para que no se mojara tanto. Regresó a donde estaba Teodora y siguió el camino hasta llegar al inicio del bosque, ahí se subió a la yegua y con cuidado regresó.


Cuando llegó hubo un alboroto en el castillo, los sirvientes preocupados por él, ya que lo quería porque era un joven amable.


- Por favor, podrían llevarme la cena a mi habitación, estoy cansado. – le dijo a la cocinera amablemente. – ah y por favor encárguense de Teodora.


Con esas instrucciones se dirigió a su habitación sin quitar sus manos de su pecho. Abrió la puerta e ingresó a su habitación, este ya se encontraba iluminado y con la chimenea encendida.


Colocó con mucho cuidado su pequeño tesoro en su cama. A la luz de la chimenea podía apreciar con mayor claridad. Se acercó al pequeño bulto que estaba recostado en su cama.


Definitivamente era una hada, era del tamaño de su palma o quizá menos, de cabellera castaño claro largo hasta la mitad de su espalda. En los brazos llevaba unas pulseras doradas, y lo que parecía un vestido blanco curtido por el lodo, sus alas eran semitransparentes y parecían blancas pero por el lodo tampoco podía dar certeza a ello.


Tomó un pañuelo y lo remojó en agua, con delicadeza empezó a limpiarla para no despertarla, conforme iba limpiando, vio que su piel era blanca y mientras limpiaba un poco su cabello, vio que sus orejas eran puntiagudas.


Después de terminada su tarea, vio a la pequeña hada; era muy linda; tal como decían en los cuentos que le decían cuando era niño. Buscó por su habitación algo donde pudiera poner al hada para que durmiera cómoda. Encontró una cesta, colocó un poco de su ropa y con cuidado levantó al hada, y la colocó dentro de la cesta. Y la cubrió con un abrigo, para que no se resfriara a causa de la lluvia.


Fin del flashback


Se cansó de dar vueltas y sin ideas, se dirigió al rincón para ver una vez más y comprobar que no era un sueño, la pequeña hada brillaba un poco, su luz blanca al igual que su atuendo, permanecía durmiendo. Suspiró ya pensaría en algo después de un buen descanso.


Se dio cuenta que por atender al hada y comprobar que estuviera cómoda, todavía se encontraba con su ropa húmeda y su comida tal vez ya estaría fría.


Se fue al baño, luego de asearse y comer un poco de la cena, se fue directo a su cama, rogando no resfriarse. Antes de cerrar los ojos, estos miraron al rincón donde una canasta brillaba.


- Buenas noches – dijo Terry, solo el silencio le respondió.


En el momento que Terry caía en los brazos de Morfeo la pequeña hada abre los ojos.


________________________________________


Sheylaa al abrir los ojos, siente que todo su cuerpo pesa. Giró la cabeza lentamente para ver donde se encontraba, no tenía fuerzas para levantarse mucho menos intentar volar.


No estaba en el bosque, eso era seguro, no había viento, ni hojas. El lugar estaba oscuro, la tormenta seguía, las luces de los rayos se filtraban a través de las cortinas. Parecía que no se iba a detener pronto.


- Estoy en una casa humana. – se dijo con miedo. Al comprender en donde se encontraba.


No sabía que podrían hacerle.


Mientras veía las cosas a su alrededor, vio en una cama una figura recostada. Tenía el presentimiento que había visto ya esa figura, no tuvo mucho tiempo para analizar nada ya que estaba muy cansada.


- Lo que tenga que pasar, pasará – se dijo. Solo esperaba que el humano que la rescató sea una buena persona.


- Buenas noches. –dijo suavemente, sabiendo que nadie le respondería.






Continuara….

Nota: En este dibujo me basé para nuestra protagonista, Sheylaa.








Notas:


Hola aquí vengo con mi segundo fic, Titulado el mortal y el hada. Para saber un poco de las hadas tuve que recurrir a las páginas de internet sobre este tema, espero que les guste este fic que está hecho con mucho cariño.


Lady Lore Grandchester





El Rebelde y el Hada



Prologo


¿Crees en las hadas? Estas en lo cierto en no creer, pero te equivocas en no saber nuestra existencia.


Mi nombre Shaylee* he vivido una vida tranquila junto con las criaturas del bosque, se preguntarán el porqué de ello, bueno soy un hada.


Quizás no creas en nosotras o en alguna criatura mística pero en realidad existimos. No se nos permite tener contacto con los humanos para que siga el equilibrio que existe entre nuestros mundos.


Existen diferentes tipos de hadas: las de tipo agua, estas habitan en los ríos, cascadas, pozos y fuentes. Cuyo poder radica en este elemento. Las de Tipo Fuego, pueden llegar a ser un poco temperamentales. Las de tipo aire, habitan en los bosques y pueden manejar los vientos a su voluntad. Y finalmente las hadas de la tierra en la cual yo me incluyo, habitamos en los bosques, especialmente los arboles. Mi trabajo es velar por las flores y árboles.


Nosotras las hadas además de cantar y bailar ayudamos a los hombres en el campo, en la recolecta, algunas son guardianas de los bosques, otras de los ríos, protegen a los animales y plantas, otras acompañan a los ancianitos y solitarios, ayudan en las labores del hogar, aunque eso sí, y no podemos negarlo, otras dedican su tiempo a mirarse en el espejo mientras peinan su larga cabellera.


Nos gustan mucho las frutas y mantener las plantas productivas es bueno para todos y más para los animalitos que se alimentan de ellas.


Mi trabajo es velar por las flores y árboles y cuidar de los animalitos del bosque.


Los bosques escoceses son tan tranquilos y dado mi trabajo no he tenido el honor de ver humanos cerca de aquí.


Pero un acontecimiento no planeado me iba a dar la oportunidad de conocer a uno y de una manera que nunca imaginé ni tampoco hubiera sabido que me enamoraría de un mortal.






Continuará…


*Shaylee – Princesa de Hadas de campo


Capitulo 1




Un duque






El joven duque estaba recostado bajo las sombras de un enorme árbol, mientras leía “Romeo y Julieta”, mientras recitaba en voz baja los versos de los enamorados.


El joven de castaña melena y ojos del mar cerró el libro mientras miraba el hermoso paisaje de las praderas escocesas, se sentía tranquilo estar en este lugar rodeado de la naturaleza y alejado del ruido de la ciudad. Su nombre Terry Grandchester.


El pasaba todos los años sus vacaciones de verano en Escocia, alejado de la vida en Londres y especialmente alejado del ambiente de su familia, si se pudiese llamar familia a una madrastra que lo odiaba por ser hijo según ella “bastardo” de un amor que tuvo su padre con una americana, unos hermanastros que lo miraban con repulsión y un padre indiferente. Él prefería la soledad, la tranquilidad y del cariño de la ama de llaves, eso reemplazaba un poco la falta de cariño de una madre.


Su madre, pensó Terry, mientras sostenía con fuerzas el libro; un obsequio de su madre. El único regalo que pudo tener de su madre, cuyos cariños fueron arrebatados por su padre a la tierna edad de 5 años. No sentiría la distancia si no fuera que su padre no le brindaba una palabra de ánimo, una mirada o si al menos lo defendiera de su madrastra.


Terry comprendió que la única forma que su padre lo tomara en cuenta era a través de las travesuras cuando era niño, cuando lo regañaba; su mirada se dirigía a él aunque en esos momentos sus ojos mostrarán enfado hacia el pequeño Terry. Ya de adolescente, las escuelas ya no querían recibirlo por su conducta, El colegio San Pablo todavía lo aceptaba gracias a las donaciones de su padre, Terry podía hacer lo que quisiera no le importaba lo que pensaban los demás, ya que nadie mostraba un poco de simpatía hacia él.


Tan solo en esos momentos en Escocia junto con la servidumbre podía sentir un poco del calor del hogar. Por eso esperaba con ansias las benditas vacaciones de verano.


En una tierra llena de leyendas y mitos, cuando era niño prestaba atención a las leyendas que le contaba la cocinera sobre hadas, duendes que habitaban los bosques que ayudaban a los aldeanos con las cosechas.


Por esa razón le gustaba ir al jardín y acompañar al jardinero por si veía algún duende. Incluso llegó a creer que vio un hada en su habitación una vez. Ese día el pequeño Terry había ayudado a una ardilla herida y junto con la ama de llaves curaron al animalito, esa noche la ardilla dormía en la habitación del pequeño Terry y mientras dormía algo le hizo despertar un vio un pequeña luz, creyó que era una luciérnaga, pero era más grande para ser una luciérnaga. La vio dar vueltas por la habitación e ir con la ardilla, tenía tanto sueño que lo último que vio fue a la luz ir hacía él.


A la mañana siguiente la ardilla se había ido y en la mesita de noche encontró a su soldadito que había perdido hacía varios meses atrás y además su favorito.


Salí corriendo y fue a la cocina y le dijo a la cocinera lo que pasó y ella le dijo que fue un regalo de las hadas por ser un alma caritativa por ayudar a la ardilla.






Sonrió con ese pensamiento Terry, hacía tiempo de eso que casi no recordaba ese momento, ya que fueron tan pocos los momentos felices en su vida.


El cielo estaba despejado con algunas nubes, no creía que llovería. Se dirigió a las caballerizas, saldría a dar una vuelta con Teodora su yegua.


Al salir de las caballerizas no pensó en los acontecimientos que lo llevarían a reencontrarse con el pequeño ser que creyó haber olvidado que junto a su niñez prefirió dejar en el olvido.




Capitulo 2




El encuentro



El día era esplendido para salir a pasear, justo después del almuerzo, Terry ensilló a Teodora para dar unas vueltas.


Al principio paseo por los alrededores, después de un rato se cansó.


- Qué te parece si hacemos algo más interesante, vamos más allá de las propiedades del duque. Que dices Teodora. – mientras acariciaba su lomo.


Y como si la yegua lo entendiera empezó a galopar. Con su jinete feliz de poder explorar más allá de lo que siempre le habían permitido cuando era niño.


El camino era tranquilo, el paisaje cambió un poco. Había más vegetación, los arboles cada vez se encontraban más próximos. Al final, Terry se tuvo que bajar del caballo para poder caminar tranquilo. Teodora estaba detrás de él ya que Terry llevaba las riendas para que no escapara.


Llegaron a una pequeña laguna escondida entre los árboles, amarró las riendas en una rama. Teodora empezó a pastar y tomar agua de las cristalinas aguas del lago. Terry se sentó en la orilla del lago, lanzaba pequeñas rocas al lago mientras miraba como hacían ondas cuando caían al agua. Pensó con pesar no haber traído su libro.


- Este lugar es tan tranquilo. – suspiró mientras se echaba de espaldas para tomar una siesta.


No se dio cuenta del paso del tiempo y siente como si le picaran la nariz, cuando abrió los ojos.


- Solo es una hoja – mientras sostenía a la causante de su despertar, Sonriendo.


El cielo estaba nublado y al parecer estaba anocheciendo. Se estiró para despertar del todo.


Había poca visibilidad, así que Terry rápidamente se levantó y fue donde su leal amiga, desamarró las riendas y se subió a Teodora.


No pudo dar muchos pasos por la cercanía de los árboles, se bajó y dirigió a Teodora lentamente hacia la salida del bosque, mientras caminaban a través de la espesura del bosque empezó a llover.


- Rayos – maldijo Terry. – a este paso no llegaremos.


Estaba empapado, malhumorado y el camino no parecía tener fin. Llegó a un claro, parecía ser la mitad del bosque y había suficiente espacio para que Teodora pudiera moverse, aprovechando el espacio Terry se subió a su yegua y se dispuso a salir del lugar, justo en ese momento se iluminó el lugar. Un rayo había caído cerca y el caballo se asustó y salió corriendo haciendo que Terry se cayera al suelo, por suerte la tierra estaba húmeda y no le ocurrió nada solo que le hizo perder por un momento la respiración.


Tras varios minutos en el suelo que creyó una eternidad, se levantó con dificultad y se sentó a recuperarse. Le dolía todo el cuerpo, gruño malhumorado. Teodora no había ido muy lejos estaba unos metros más allá esperándolo.


Cuando se disponía a seguir a su yegua un pequeño resplandor le llamó la atención.


- De donde viene esa luz – se preguntó en voz baja. Con dificultad se levanto del suelo.


Por momentos el pequeño faro como pensó Terry que era desaparecía y volvía a verlo. Tal vez habían ido a buscarlo.


Caminó abriéndose paso entre los árboles con la esperanza de encontrarse con alguien, la pequeña luz iba disminuyendo en intensidad. Llegó un momento que creyó que lo estaba imaginando, cuando se iba a dar la vuelta para regresar a casa junto con su fiel amiga, ya se estaba haciendo muy tarde y los sirvientes estarían preocupados por él.






La luz se hizo presente a unos pasos de él.


La luz provenía del suelo, debajo de unas ramas. Terry se agachó para ver con más claridad, justo en ese momento otro rayo iluminó la noche.


y Terry se sorprendió de lo que vio.



Capitulo 3




El día era perfecto, el sol brillaba, las hojas verdes y brillantes, las flores y su exquisita fragancia inundaba las praderas con su delicioso aroma.


Los animales disfrutando, otros trabajando para reunir comida para el invierno. Sus crías disfrutando del calor del astro sol, la cristalina laguna albergando a las pequeñas criaturas acuáticas.


Las aves volando y dando de alimentar a sus pichones, era como siempre un perfecto día para la naturaleza.


Las hadas, duendes, y demás criaturas; ayudaban a quienes lo necesitaran, las hadas del viento arrullaban las hojas de los árboles, las hadas del agua llevaban gotas de agua para refrescar a sus hojas y las hadas de la tierra ayudaban a las pequeños animales.


Shaylee, descansaba en una rama, mirando los rayos del soy traspasaban a través de las hojas. Estaba un poco cansada, desde muy temprano había trabajado, ayudando como buena hada de la tierra, ayudando a los animales.


A pesar del sol, y el buen clima, se sentía en el aire un poco de humedad, eso significaba que el perfecto día iba a cambiar durante la tarde. Por esa razón estaban trabajando más de prisa para que la lluvia no las tome desprevenidas.


Su tiempo de descanso terminó, se estiró alzando los brazos y dando un bostezo se levantó, para reanudar sus tareas.






________________________________________






La mañana pasó lentamente dando paso a la tarde. Después de un pequeño refrigerio, Shaylee estaba dando por terminada su tarea del día, solamente faltaba ayudar a los pequeños a resguardarse ante la inminente lluvia que caería dentro de poco.


Con la ayuda de más hadas la tarea no resultó tan duro, poco a poco el cielo se iba cubriendo con las nubes.


Shaylee volaba por los alrededores para comprobar que todos estuvieran en lugares seguros, en eso se acerca a la laguna que se encontraba en un claro del bosque y ve a un caballo ahí, estaba pastando tranquilo, estaba sujeto a una rama.


Se acerca hasta el caballo.


- Hola – le dice a la yegua mientras la toca con sus pequeñas manos. – que haces tan lejos de casa, y sola.


El caballo moviendo su hocico señala una figura recostada en el césped.


- Ah – dice Sheylaa – ese es tu amo. Mientras se acerca hasta la figura de un joven, nunca había visto a un humano.


Revoloteaba a su alrededor para ver todo y no perderse ningún detalle del joven humano.


- Es muy guapo – le dice a la yegua. Ésta como respuesta relincha.


- Es hora que despierte si no quiere mojarse con la lluvia – dice Sheylaa.


Se acerca hasta el rostro del joven y le cachetadas.


- Despierta – dice Sheylaa. – de seguro no le hago nada. Suspira.


Agarra una hoja y la frota con su nariz, al parecer tiene mejor suerte. Los parpados del joven se mueven y Sheylaa hace una rápida retirada y se esconde en una rama del árbol que le daba sombra, justo cuando el joven abre los ojos. Pero no puede evitar ver sus ojos, de un azul profundo.


- Wow – susurra sonrojada – que hermosos ojos, no creo haber visto nunca ojos tan hermosos y soñadores.


Era una suerte que no la haya visto, lo ve mientras se estira y observa el cielo.


- Adios. – susurra la hada – hora de irme. Se despide el hada y se va dejando al joven en el claro.


Había poca visibilidad para volar, en ese momento empezó a caer las gotas de lluvia, todavía faltaba para llegar a su hogar.


- Debo buscar un lugar para protegerme – pensó Sheylaa.


Era una suerte que las hadas brillaran, así podía ver mejor en la oscuridad. Debia ser mas cuidadosa volando si no quería que las gotas le hagan daño.


En eso escucha un pequeño lamento y se dirigió rápidamente sin importar nada hacia el llamado.


Una conejo estaba atrapado entre unas ramas, intentando huir el conejo se enredaba mas.


- Espera un momento, ahora te ayudo – dijo Sheylaa al conejito.


Sostuvo la rama que la atrapaba y lo alzó, sin éxito. “una vez mas” pensó.


Con todas sus fuerzas alzó la rama y volando un poco, levanto la rama.


- Date prisa – dijo sudando la hada al conejo.


En ese preciso momento un rayo cayó cerca y el conejo asustado salió disparando del lugar no sin antes golpear al hada y ésta caer al suelo mientras la rama se le venía encima.


Lo único que pudo hacer fue proteger su rostro. Al caer le dolío mucho. Trató de agitar sus alas para salir, pero dolía.


- Debo haberme lastimado las alas. – se dijo adolorida.


“que hago”, todo el cuerpo dolía, se había golpeado la cabeza, cerraba los ojos por momentos.


No podía darse por vencida, si no algún animal se la comería. Pero ya no podía permanecer consciente mucho tiempo.


Un nuevo rayo iluminó el cielo, mientras que lo ultimo que veía era una enorme sombra encima de ella.




Capitulo 4




Existen las hadas



Terry daba vueltas por su habitación, en un rincón de la habitación un pequeño bulto en una canasta, cubierto por sus ropas, No sabía que pensar.


- Debe ser un sueño – se dijo Terry – debo estar todavía cerca del lago.


Mientras daba vuelas, recordó el momento en tuvo su encuentro con lo que creía era puros cuentos.


Flashback


En ese momento un rayo iluminó la noche, debajo de las ramas había un pequeño ser alado. Con la oscuridad no podía ver bien a pesar de que el ser brillaba. Tal parecía que estaba herida e inconsciente ya que no se movía. No tuvo tiempo para pensar otro rayo iluminó el cielo, debía darse prisa y llegar a casa, por lo que con cuidado tomó al pequeño ser entre sus manos y lo cobijó en su pecho para que no se mojara tanto. Regresó a donde estaba Teodora y siguió el camino hasta llegar al inicio del bosque, ahí se subió a la yegua y con cuidado regresó.


Cuando llegó hubo un alboroto en el castillo, los sirvientes preocupados por él, ya que lo quería porque era un joven amable.


- Por favor, podrían llevarme la cena a mi habitación, estoy cansado. – le dijo a la cocinera amablemente. – ah y por favor encárguense de Teodora.


Con esas instrucciones se dirigió a su habitación sin quitar sus manos de su pecho. Abrió la puerta e ingresó a su habitación, este ya se encontraba iluminado y con la chimenea encendida.


Colocó con mucho cuidado su pequeño tesoro en su cama. A la luz de la chimenea podía apreciar con mayor claridad. Se acercó al pequeño bulto que estaba recostado en su cama.


Definitivamente era una hada, era del tamaño de su palma o quizá menos, de cabellera castaño claro largo hasta la mitad de su espalda. En los brazos llevaba unas pulseras doradas, y lo que parecía un vestido blanco curtido por el lodo, sus alas eran semitransparentes y parecían blancas pero por el lodo tampoco podía dar certeza a ello.


Tomó un pañuelo y lo remojó en agua, con delicadeza empezó a limpiarla para no despertarla, conforme iba limpiando, vio que su piel era blanca y mientras limpiaba un poco su cabello, vio que sus orejas eran puntiagudas.


Después de terminada su tarea, vio a la pequeña hada; era muy linda; tal como decían en los cuentos que le decían cuando era niño. Buscó por su habitación algo donde pudiera poner al hada para que durmiera cómoda. Encontró una cesta, colocó un poco de su ropa y con cuidado levantó al hada, y la colocó dentro de la cesta. Y la cubrió con un abrigo, para que no se resfriara a causa de la lluvia.


Fin del flashback


Se cansó de dar vueltas y sin ideas, se dirigió al rincón para ver una vez más y comprobar que no era un sueño, la pequeña hada brillaba un poco, su luz blanca al igual que su atuendo, permanecía durmiendo. Suspiró ya pensaría en algo después de un buen descanso.


Se dio cuenta que por atender al hada y comprobar que estuviera cómoda, todavía se encontraba con su ropa húmeda y su comida tal vez ya estaría fría.


Se fue al baño, luego de asearse y comer un poco de la cena, se fue directo a su cama, rogando no resfriarse. Antes de cerrar los ojos, estos miraron al rincón donde una canasta brillaba.


- Buenas noches – dijo Terry, solo el silencio le respondió.


En el momento que Terry caía en los brazos de Morfeo la pequeña hada abre los ojos.


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Sheylaa al abrir los ojos, siente que todo su cuerpo pesa. Giró la cabeza lentamente para ver donde se encontraba, no tenía fuerzas para levantarse mucho menos intentar volar.


No estaba en el bosque, eso era seguro, no había viento, ni hojas. El lugar estaba oscuro, la tormenta seguía, las luces de los rayos se filtraban a través de las cortinas. Parecía que no se iba a detener pronto.


- Estoy en una casa humana. – se dijo con miedo. Al comprender en donde se encontraba.


No sabía que podrían hacerle.


Mientras veía las cosas a su alrededor, vio en una cama una figura recostada. Tenía el presentimiento que había visto ya esa figura, no tuvo mucho tiempo para analizar nada ya que estaba muy cansada.


- Lo que tenga que pasar, pasará – se dijo. Solo esperaba que el humano que la rescató sea una buena persona.


- Buenas noches. –dijo suavemente, sabiendo que nadie le respondería.






Continuara….

Nota: En este dibujo me basé para nuestra protagonista, Sheylaa.








Notas:


Hola aquí vengo con mi segundo fic, Titulado el mortal y el hada. Para saber un poco de las hadas tuve que recurrir a las páginas de internet sobre este tema, espero que les guste este fic que está hecho con mucho cariño.


Lady Lore Grandchester